Mientras la nocturnidad de la noche pliega su muestra de
sinuosa venida, mis gotas tienden a postrarse sobre este endeble ser que no
desea otra cosa sino ser ante tan flagrante existencia. Los hombros se conectan
con la quietud de mi esencia inevitable, que tan solo parece existir en
aquellas noches furtivas en que ese elixir quiere rodar por sus muros.
Esos mismos que tan solo sucumben a él pues no son mas que
un existir exhausto de su venida a este mundo. Mundo en que no cabe una virtud
semejante pues su ser no es de su incumbencia. Ser ... vivir ... negro ... oscuro
... intentar existir.
¿Qué hacer con tantas preguntas que solo tienen tal fin? No
puedo sino elegir ahora, porque ese debate ya se erigió en este terreno. ¿Y
cuál fue el resultado? ¿Cuál sino...? Aquel en que el verdugo alzaba la voz,
descendía la lanza, y cortaba su cabeza.
Athenea