Te miro y sonrío y no puedo dejar de mirarte porque cada gesto que haces supone un suspiro para mí.
Tu
sonrisa me llena de alegría a cada instante, tus ojos de felicidad me inundan
el corazón de dulzura, tu mirada acuosa me suscita un pensamiento evocador de
un diluvio que tan sólo sucumbe al sol cuando cesa la ira de Poseidón
Tus
suspiros se entrecruzan con mis dedos temblorosos que no dudan en fijar sus
emociones dactilares a pesar de obedecer a la psyqué destinada a amarte
Y
qué decir de mis pensamientos, entrelazados como un ovillo queriendo ser encontrado
su necesario final, pues la casuística de su existencia parte finita con rumbo
al mar de la desdicha
y
esos ojos curiosos no hacen más que deslizar sus oscuras pestañas tras los
renglones que se muestran tras de sí, pues es claro que su efímera creación es
prodigia para quién la lee y recibe pero necesaria para su creador, que no
entiende cómo tal palabra puede despertar ese final evocador de un sueño
efervescente de un sentimiento inmortal, no sólo para sendas partes sino para
la totalidad de la existencia de su raza.
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